miércoles, 5 de agosto de 2009

Mulata


Salía con su pollera prendida de colores, sus rulos alborotados, la boca roja como el descaro mismo. A su paso la música sonaba y sus caderas se agitaban como la marea, las calles de la Habana Vieja se daban vuelta para mirarla.
En aquel lugar donde el tiempo pasa sin que pase nada, ella sube al camello atestado de gente, sin que le importe, porque su yuma la espera en el hotel 5 estrellas para sumergirse en el olvido y embriagarse de continente.
Sentir el ron caliente atravesando su garganta, la excitación del momento previo. Ella en un rincón de la habitación espera mansa la templeta, que su hombre venga por ella, lo llama con los ojos, lo reclama con su sexo.
En cuestión de minutos, desplegará su arte segura y atrevida. Y así, sin más, se irá, pero le dejará su perfume y una maldición: el recuerdo de una noche en la Habana.

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