sábado, 8 de octubre de 2011

Prisionera


Abrirse paso entre las nubes grises, pero sin poder salir del todo
barrotes inoxidables, intangibles
el cuerpo
ese arresto domiciliario,

cárcel al nivel de la piel

Sé que me acerco lo suficiente, pero aún sigo en mí
huir
como si fuera posible
para qué correr?
tu sombra te recuerda la atadura

masa de dolor, materia de llanto

No podemos ser sólo SER
vagar
sin rostro, sin máscara
somos carne

Dios te dio cuerpo para poder darte la muerte
escape
la putrefacción de la carne,
la violencia de consumirse, luego nada
ni siquiera un rumor lejano

Si escapo de mí, iría hasta vos
comunión
meterme en tu cuerpo, llenar los vacíos
y desbordar la sangre

Estás tan lejos
silencio
si pudieras entender que no hay forma de poseerse
la libertad como ficción

Somos dos templos rodeados de soledades y miedos
fuga
romper el hechizo y hacerte parte de este mundo
pronto todo se desvanecerá
caerá ante tus ojos

La única oportunidad
vos y yo
en la misma prisión, desbordando sangre

miércoles, 31 de agosto de 2011

Friends & lovers


En la noche más oscura,
en el sueño postergado
esperaba y latía una invitación al olvido
un encuentro insospechado
las redes que no se tejen, sino que cubren
cazadores, atrapados por sus propios hilos
corazones que derriban muros

al otro lado de la pantalla
el reverso del amor
un código nuevo, a los márgenes del cuarto río
dejar a un lado las máscaras
ponerle rostro y nombre al desafío


un café forzado en una tarde de lluvia
y el anuncio de lo irremediable
cara a cara
besos postergados hasta el último minuto
y una nueva invitación

friends & lovers

un pasaje a ninguna parte
y un tiempo que se interpone,
destruir el reloj y romper las distancias
los laberintos del ser y los miedos
dejar atrás y volver a ver

eyes to eyes,
hands to hands,

para abrir la puerta grande
y sumergirse mar adentro
dejarse llevar y contener el aliento
boca a boca
y sin más
la otra orilla
refugio para dos

If not now, when?

viernes, 22 de julio de 2011

Don't touch


Soy manos y resto de otros cuerpos,
despojo
Una forma de mirar que no te toca,
silencio
Pretensión de futuro y puente
ríos

Palabras que afirman una esencia,
mantra
Tambiéna algo roto y prestado,
fragmentos
Corazón que sangra,
penumbra

Soy la que quieras que sea,
simulacro
Una honestidad descarnada,
fuga
La mentira que consuela,
armadura
Promesa incumplida


Te gusta lo que ves?
Espejo impostor
Revela a tu enemigo
No te asustes
Estás a tiempo
Mi futuro es tuyo
Una ofrenda de renuncia

Querés comer de mí?
dulce victoria para los cobardes
deshacete de tus pudores
arrodillate ante la miseria
hasta que bebas la última gota

Emerger para ver
sumergirse para sentir
te das cuenta?
Dejá que esa música te conmueva
Atravesá el vidro y que la corriente te empuje
Salís de entre los muros y te toco
¿te alcanzo?

viernes, 15 de julio de 2011

NN


Te dijeron que tenías que amar, fuiste aprendiendo a sortear las distancias
para ser parte del mundo o tan solo una partícula suspendida en el aire, un barquito de papel en el medio del remolino.
El tiempo cura todas las heridas, aprendé a olvidar y a decir que sí, no hagas trampa y ofrecé el corazón.
Todo lo que va, vuelve.
Confía en que esos ojos serán fieles y las manos estarán abiertas y apuntarán hacia vos.
No hagas lo que no te gusta que te hagan, máximo kantiano que sólo es un puñado de letras en un libro amarillo y caduco.
Y me preguntás por qué vengo a decirte esto?
Nadie puede evitarte el dolor ni el desencanto, te van a romper el corazón aunque te enseñe los trucos que usan para atraparte, para arrastrarte a la mentira más vieja, te van a doblegar y no vas a poder hacer nada al respecto.
Y todas las promesas incumplidas serán un puño cerrado, la copa que estalla en cientos de astillas, la canción que no cura, la herida que no cicatriza.
No me creas cuando te diga que vale la pena, desconfía cuando te diga que todo pasa y, por sobre todo, corré si sentís que está volviendo a empezar.
¿Querés sentirlo?
Estás ansioso porque recorra tu piel, el pecho latiendo y la sonrisa perpetua.
Todavía pensás que intento cuidarte y que necesitás dejarte caer, caminar por la cuerda floja, mirar al cielo y querer prometérselo a alguien, lanzarte en aguas profundas y no mirar atrás porque sos libre.
La armadura de frases hechas no te cubre del beso con filo, cuando la puerta se cierra y sabés que tiraron la llave, la renuncia es la unica respuesta y los labios se sellan y el corazón se agrieta, y la piel se corrompe y todo eso que parecía decirte “estás vivo” muere muy de a poco, tan lento que es otra muerte dentro de la muerte y, después, el vacío...
La inicial marcada a fuego, indeleble como recordatorio perpetuo de lo que no fue.
Te mirás las manos y entendés que amar es ensuciarse, te contaminás y pretendés que nada pasó para sentirte a salvo por un momento.
Si no es ahora, ¿cuándo?
Entrás al juego, te morís de ganas y sacás las cartas.
No hay manera, la banca siempre gana,
Siempre. Te mirás las manos y entendés que amar es ensuciarse, te contaminás y el teatro se termina y pretendés que nada pasó para sentirte a salvo por un momento
Si no es ahora, cuándo
Entrás al juego, te morís de ganas y sacás las cartas
No hay manera, la banca siempre gana
Siempre.

martes, 12 de julio de 2011

Exilio


Esa noche vagaba sin rumbo, la ciudad estaba casi apagada y el silencio,
sobre todo el silencio…
Arrastrando los pies, negando la mirada al otro,
intento de separación,
es el gesto inútil de la armadura al nivel de la piel,
postergaciones del ser, olvido, y renuncia del nombre propio para invocar al amor,
estirar la noche, alargar la mano vacía,
Y arrojar la llave

Nadie espera ver florecer un manto blanco después de la tormenta
la lluvia cae y alimenta – sin saber – una esperanza
¿cómo puede un jazmín embriagar con su perfume a un corazón que busca su exilio?
Marcha solitaria, pesada y sin retorno
Pero aunque no esperaba (síntoma inevitable del derrotado), encuentra
Y halla en medio del páramo el principio del renacer,
contempla la vida que hay en esa mínima expresión

Duda sobre el destino de aquella flor
Si la lleva consigo, podría condenarla;
si la deja en el medio del camino, podría perderla
se acerca, la rodea con sus manos sin tocarla,
y recostada a su lado, elige su destino
Detener el tiempo para que nada se marchite
yacer ahí y transcurrir,
sobre todo transcurrir…

miércoles, 23 de febrero de 2011

Fuga no premeditada


Llegaba tarde. Corría evitando las baldosas flojas, sus tacos apenas tocar el agua dibujaban una pequeña estela que se diluía hasta no dejar rastro de su paso. No usaba paragüas, le parecía tan inútil como esconderse frente a lo inevitable. Masticaba chicle, se acomodaba el pelo y fumaba casi con la misma compulsión. Llegaba tarde.
Odiaba tener que disculparse y dar explicaciones, no podía entender porque siempre la gente esperaba que dijera algo y no aceptara simplemente su impuntualidad como otro rasgo de su imperfecta personalidad. Claro que ella era una excepción, ella era la más linda excepción. Y de tan sólo pensarlo se le iluminó el rostro.
Estaba en la vereda de enfrente y desde ahí la veía sentada en una mesa junto a la ventana, leyendo un diario con una taza de café y el piloto puesto, la notebook a un costado y su pelo prolijamente atado en un rodete alto que le quedaba tan bien. Estaba perfecta. Al verla quiso apurar el encuentro, pero el semáforo parecía eterno y no cambiaba, los autos desfilaban y los colectivos hacían que mirarla a la distancia fueran como flashazos. Le gustó espiarla, verla de lejos era como si pudiera ser una extraña otra vez, redescubrirla de algún modo. Cuando los autos se detuvieron no pudo cruzar, se quedó clavada en la esquina con los ojos puestos en la primera mesa del bar, en la chica del rodete que leía el diario con aire concentrado y se llevaba la taza sin quitar la vista de las páginas entintadas. En ese momento, vio como ella consultaba su reloj e interrumpía la lectura y fijaba su atención en la puerta. Se notaba que esperaba a alguien, pero sin impaciencia. Llamó al mozo, pidió otro café y dejó el diario. También vio como tipeaba algo en su notebook, tal vez revisaba emails, contestaba con determinación, sus dedos recorrían con rapidez el teclado y casi no podía seguirla. El mozo le sacó conversación y ella sonreía, despreocupada, ajena a las miradas, a su mirada. Se dio cuenta de cuánto la deseaba, cuánto quería estar con ella y explicarle que la había elegido por sobre una suma infinita de posibilidades y que eso era algo que la cotideaneidad no podía desdibujar, era tan inevitable como mojarse un día de lluvia. Quiso abrazarla desde ahí, desde la esquina con lluvia, desde la certeza que la había inundado. Le hubiera gustado poder decirle que el peso de los sentimientos se los dan las palabras, no el sentir. También quiso poder susurrarle al oído que todo estaría bien, que las cosas se acomodarían y lentamente volverían a un lugar en el que ella se sentiría feliz nuevamente, tal vez enomarada, tal vez no.
Sabía que algún día la entendería, que podría perdonarla, porque ella era de las que saben soltar, eso siempre se lo había admirado.
Encendió un cigarrillo, la seguió mirando, robándole el último instante, recorriendo cada detalle, queriendo memorizarlos, retenerla para ella en esa cercana lejanía, como una perfecta representación o sintésis de su historia: dejarla ir para no perderla. No sabía cómo había llegado hasta ahí, si sería culpa de la lluvia, del semáforo, de su sonrisa perfecta a través de un vidrio salpicado, del rodete que le quedaba tan bien. No lo sabia, pero ahí estaba, en la vereda de enfrente a instantes de una fuga no premeditada.

viernes, 21 de enero de 2011

Mi encuentro con la Pitonisa

No sabría decirte de qué manera, pero la Pitonisa dijo exactamente eso que pasaba, pero generó exactamente lo opuesto a lo que quería.
La consulta fue breve, o tal vez yo esperaba un poco más. El viaje en tren había implicado más molestias que la consulta misma, pero asumiendo que la trascendencia de sus dichos harían que lo demás no importara, me ambarqué en la expedición. Aunque muchos me habían sugerido que fuera con pocas expectativas, un encuentro con ella hacía que esto fuera algo difícil. Tanta espera para poder conseguir un día y horario en que la Pitonisa pudiera recibirme habían tejido muchas fantasías, una red de historias y cuentos dignos de una mini serie de ciencia ficción. La única referencia que tenía, la más cercana, era la de aquella Pitonisa de Matrix que le dice a Neo aquello que necesitaba saber, no la verdad, sino lo que necesita escuchar para llegar justo donde debía llegar. Eso era todo. Sólo esperaba que en su consultorio no hubiera floreros. Aunque a decir verdad esperaba mucho más que eso.
A veces cuando las respuestas se escabullen y caen a un pozo sin fin, oscuro, terriblemente oscuro y húmedo sin que pueda siquiera devolvernos un eco de nuestro desesperado grito, es entonces cuando comenzamos a buscar las respuestas afuera. Y cuando eso ocurre, lamentablemente nos alejamos más y más de nuestra voz, para escuchar otras que por más que lo intenten no logran rellenar el interior del pozo y nos dejan caer en otros agujeros y laberintos del ser y nos volvemos Alicias atrapadas en madrigueras de ensueños y tormento.
La Pitonisa no se veía como una Pitonisa. Tal vez eso tuviera que ver con mi impresión general sobre ella. Las expectativas habían retratado un personaje que poco tenía que ver con la persona que, risueña y algo torpe, me recibía en una mañana de sol. Su cara y sus ropas no concordaban con las pinceladas, las expectativas jugaban una mala pasada y teñían de frustración aquella reunión tan esperada. Intenté anular el juicio, detenerlo en ese punto y tratar de volver a grado cero. Borrar el rostro, los gestos, el ambiente, el tono de voz que había preconfigurado y prestarme a oír a la Pitonisa sin más. Como llegué unos minutos antes tuve tiempo suficiente para acomodarme en un sillón de la sala de espera y hacer el ejercicio de sustituir las imágenes ficticias por las “reales”, incluso pude escuchar una breve charla entre ella y otro “cliente”. Parecía amable, decía las cosas con calma, intentando formular sus sentencias de manera positiva, aún cuando no lo eran. Del otro lado de las paredes el que consultaba era un hombre, su voz me decía que era algo mayor, temeroso, abierto a escuchar y hacer lo que ella le proponía. Cuando lo ví salir del consultorio comprobé que no me había equivocado en la apariencia del otro visitante.
Unos minutos después me hizo pasar a una sala pequeña y ella se fue en otra dirección, no pude ver que había detrás de esa otra puerta. Me quedé esperándola de pie observando a mi alrededor y pude comprobar que no había demasiados objetos que agregaran algo más deinformación, sólo algunos estantes con unos pocos libros, pero llamativamente cuando hacía un recorrido con mis ojos por los títulos encontré un DVD, el único que se colaba entre las enciclopedias y duros tomos de medicina oriental, y casualmente se trataba de una de mis películas favoritas, quise tomarlo como señal, dado que no es un film muy popular, ni siquiera su director es muy conocido. Ahí estaba, “Contra la pared”. Seguí buscando con la mirada, familiarizándome con la guarida de la Pitonisa, pero todo parecía frío, como un consultorio médico, una camilla sobre un lateral, dos sillas en cada esquina y algunos títulos y certificados que la acreditaban en diferentes especialidades. La Pitonisa seguía sin ser la Pitonisa.