lunes, 8 de marzo de 2010

Los siete Gandini (Quinta entrega)

Bolivar 120. Habitación 214 del NH City & Tower.
Alberto puso el cartel de No molestar en la puerta, la mucama no entró en ninguno de los tres días de su estancia y las toallas empiezan a oler mal. No parece importarle. Ya se afeitó, está con un sobrio traje gris, corte italiano, sin corbata. Tiene el pelo engominado y un cigarrillo apagado en la boca. De la mesa de luz saca un sobre blanco y un arma, verifica si está cargada y rapidamente guarda todo en un maletín. Mira a su alrededor y sale del cuarto. De un tirón seco arranca el No molestar.
En la puerta del hotel hay un taxi esperando por él. Se sube sin decir palabra, enciende el cigarrillo y se recuesta en el asiento. El chofer pone en marcha el auto y el taxi se pierde entre el resto de los autos.


-Está bien por acá, dice Alberto y señala la puerta de la casona de Ramos Mejía.
Toca timbre y prende otro cigarrillo.
Del otro lado se escuchan ladridos y un tímido “¿Quién es?”
-Soy Alberto, abrime Marito.
Marito abre.
-¡Qué sorpresa!, no te esperaba.
-Si te dije que venía hoy.
-Sí, pero se me pasó. Últimamente para mí los días son todos iguales. ¿A vos no te pasa?
-Sí, tenés razón.
-Pasá, pasá. ¡Casco basta! Es Alberto, dejá de ladrar.
Alberto intenta acariciarlo, pero el perro se aleja siguiendo los pasos de Marito.
-Vamos para la cocina que te cebo unos mates, ¿querés?
-Marito, vengo a hablar con vos y me tenés que escuchar bien porque esto es importante.
-Che, te pusiste serio de golpe, ¿pasa algo?
-Pasa que mamá se murió y están todos esperando a hacer la repartija y pasa que vos vivís acá y sos el único que no tiene para dónde rajar. Y sólo no vas a poder hacer nada, por eso vine, para ayudarte. Alberto hace una pausa y sigue: -Marito hay más plata de la que vos te podés llegar a imaginar. El viejo tenía sus cosas, algunas que nadie sabe, pero cuando alguien se muere… ¡Pum!, no preguntes cómo, pero salta todo y con estos cuervos no hay quién se salve. ¿Me seguís?
-Sí, creo que sí. Pero, ¿qué cosas tenía el viejo?
-Eso no importa ahora. Lo que importa es lo que tenemos que hacer.
Alberto abre el maletín, saca el sobre y el arma. Pone todo sobre la mesa.
-Epa! ¿Qué andas haciendo con eso? Conmigo no cuentes che, yo eso no lo toco.
-Calmate Marito. Todo es más simple de lo que pensás. Dejame que te explique y vas a ver que no tenés que hacer nada, sólo escuchar.
Vos me dijiste que íbamos a hacer algo juntos y ahora me decís que no tengo que hacer nada. No entiendo y me pone muy nervioso.
-Pará Marito, pará un minuto y bajá la voz. En este sobre que ves acá está tu pasaporte a la libertad, tu revancha y una nueva vida. Todo eso.
¿Qué me querés decir Alberto?, ¿Qué me vas a pedir? A mí no me gustan las cosas raras y menos si hay un arma de por medio.
-Dentro de este sobre hay escrituras de propiedades que el viejo no tenía “declaradas”, por decirlo de alguna manera. Es decir que todo esto queda por fuera del testamento y sabés qué Marito, acá dice que vos sos el propietario. ¿Eso lo entendés?
-¿Cómo?
-Sí, lo que escuchaste. Sos el único dueño de la pequeña fortuna que hizo el viejo, calculá que habrá un palo verde. ¡Es como haberte sacado la grande campeón!
-Vos me estás jodiendo a mí, ¿no? ¿Qué mierda querés con todo esto Alberto?
-Marito se me está acabando la paciencia… Tomá, enterate, fijate lo que dice acá, porque a leer aprendiste, ¿no?
Marito se sienta y lee con atención. Alberto lo mira impaciente, esperando su reacción. Enciende otro cigarrillo y comienza a caminar por la cocina.
-¿Y? Ahora me creés.
-Es que…
-Sí, ya sé, no te lo esperabas. Bueno lo que tengo para decirte tampoco, así que respirá hondo.
-Ahora con qué me vas a salir. Todavía no digerí esto y vos… No entiendo nada. El viejo jamás me hubiese dejado todo a mí, si me decís la vieja, capaz lo entiendo, pero papá, nunca.
-Bueno, las cosas son así, acostumbrate a la idea. El arma está acá porque necesitaba que entiendas que esto va en serio. Hay que… a ver si me explico, devolver las cosas a su orden natural. Y vos tenés que tomar una decisión.
-¿Y qué es lo que tengo que decidir?
-Quién va a morir.
-Eh? Te volviste loco vos.
-El siete es un número imperfecto, vos lo sabés muy bien.
-¿De qué estás hablando?
-No me interrumpas más, querés. Yo entendí algo, me llevó mucho tiempo, pero ahora sé que mi lugar no está acá y por eso me voy a pegar un tiro, pero antes, antes te voy a hacer el último favor y voy a dejar todo en orden. Me voy a ir de acá con un nombre, con un Gandini, lo voy a ir a buscar y con este arma, lo voy a matar. Después me voy a suicidar en el cuarto de mi hotel y se acabó el cuento. Pero necesito que vos me digas ese nombre.
La cara de Marito es puro desconcierto. Abandona la silla y se encamina hacia la puerta de la cocina. Casco lo sigue. Piensa qué decir, escoge las palabras, arma la frase y cuando la tiene, la suelta alzando la voz: - Vos estás más loco de lo que yo pensaba. De dónde sacaste esa teoría y qué tiene que ver conmigo, con la herencia y el orden natural de las cosas. Estoy completamente perdido, pero no quiero saber, mejor te vas.
-Marito, cuándo vas a dejar de ser tan pelotudo.
-Vos te querés suicidar, y yo soy el pelotudo. Vos serías capaz de matar a uno de tus hermanos y el equivocado soy yo?
-Matar a un hermano para salvar a otro. Para mí esto se trata de hacer un poco de justicia en un mundo imperfecto. Marito, nunca te preguntaste por qué carajo tenés siete dedos, por qué cuando te los cortaste te volvieron a salir… De eso te hablo cuando te digo que hay que devolver las cosas a su orden natural. Te la estoy haciendo fácil Marito. Agarrá viaje. Esta es tu última oportunidad de tener una vida más normal. La vida que por ahora te estuvieron negando.
-Lo que querés que haga es imposible.
-Marito, yo no quiero que vos hagas nada. Te digo que es lo que hay que hacer, nada más. Un nombre Marito, un nombre y tenés tu vida resuelta. Te lo aseguro.

1 comentario:

  1. Siete es imperfecto...pero si Alberto se suicida son 6 y, según sus argumentos, se acabó el conflicto. Hay gato encerrado!!

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