viernes, 18 de septiembre de 2009

Medias bordó


No beses los labios, si no vas a quedarte”, susurró Carla mientras él se quitaba los zapatos. Observó en silencio como él se desprendía de su ropa. Se dejó las medias puestas –pensó- y supo que su visita sería cosa de unos minutos, cuanto mucho unas pocas horas. Desilusionada, se quitó con resignación la blusa, deslizó las medias con cuidado y agitó su larga cabellera, mientras él apuraba el descenso de la pollera por sus largas piernas. Tendida con sus senos desafiantes y la mirada más allá del cuadro, le sonrió sin ganas. Terminó de desnudarlo y de desnudarse, sin dejar de contemplar la escena como si ella no estuviera ahí, no formara parte del engaño. Se sintió una flor consumiéndose y nada más. No pudo conectarse con las manos hambrientas de su amante, ni con la lengua que, impetuosa, irrumpía en su cuerpo para abrirse paso sin pedir permiso. Las medias bordó concentraron toda su atención y emitió un tibio quejido, una gota de dolor que se le escapaba y la traicionaba. Pero no dijo nada, no hacía falta, porque no podía evitar el caos, todo tenía que terminar, romperse -de algún modo- para poder cortar con ese lazo que, como un péndulo, oscilaba entre la muerte lenta, la culpa y vestigios de un amor a primera vista. De eso sólo quedaba el recuerdo, dos extraños que se cruzan en una estación de tren, miradas que van y vienen y un café. Ahora eso parecía distante y muy cercano al abismo, a un relamerse en ese sentimiento enfermizo de atracción, resignación y dolor.

Afuera el sol caía entre naranjas y cielos, dos copas vacías encendieron el último fuego ¿sería ésta la despedida? Tantas veces se lo habían prometido, justificaban sus encuentros aún sin necesidad, se mentían y aunque ya no era suficiente para tapar tanta suciedad, seguían recreando la farsa.

Su hundió en la profundidad del olvido, entregó sus alas a otros vuelos y la renuncia se hizo piel. “La soledad es la única verdad”, sus pensamientos se hicieron palabras y ya no pudo seguir.

1 comentario:

  1. Dicen que no hay peor cosa que sentirse solo cuando se está acompañado

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