miércoles, 24 de noviembre de 2010

Los siete Gandini (séptima entrega parte II)

Marito camina con la mirada clavada en las baldosas, las manos en los bolsillos y chifla bajito, algo que no se entiende, pero que suena parecido a un tango.
Unos pasos detrás de él otro hombre más joven parece no perderle pisada e incluso apura su paso como si quisiera alcanzarlo, pero sin llamar la atención de su objetivo.
Marito cruza la calle que lo separa de su casa y cuando mete la llave en la pesada puerta, el joven le toca suave el hombro para no asustarlo.
- ¿Usted es Mario Gandini?
- ¿Quién pregunta?, dice con desconfianza Marito.
- Me llamo Rubén Cirotta y soy productor de un programa de cable que se llama Sucesos, no sé si lo conoce…
- Me suena, capaz alguna vez vi un cachito, pero ¿qué tengo que ver yo con eso?
- Bueno, pasa que…

El joven duda, sabe que las palabras que elija de acá en adelante serán claves para convencer a Marito y no quiero precipitarse, decir demasiado y que Mario apresure la llave en la cerradura y le saque todo chance de cumplir con la tarea asignada. Si esta jugada le sale bien podría ser una excelente oportunidad de demostrarle al jefe que ya está para encarar algunos laburos más importantes que los simples mandados. Y aunque repasó mentalmente cien veces sus líneas ahora le parecen inadecuadas, le habían adelantado que el tipo este era raro, pero se lo hacía diferente, más bien lo imaginaba como el típico piola que se hace el boludo porque le conviene, en definitiva las cosas habían salido bastante mal para todos, menos para él. Ahora que lo tenía frente a frente había algo en sus gestos, en sus movimientos y, particularmente, en sus ojos que lo obligaban a romper con todos sus prejuicios, simplemente parecía un pobre tipo entristecido y sin carácter, más bien receloso, como si la vida lo hubiese molido a palos y su cuerpo viviera en tensión permanente esperando que le asesten un nuevo golpe.

-Qué es lo que pasa, yo no quiero nada raro, no me interesa nada, ni mucho menos nada con la tele, acá ya vino mucha gente a hacer preguntas, lo que yo quiero es estar tranquilo, que me dejen en paz de una buena vez.

-Lo entiendo y disculpe que lo haya tomado por sorpresa y haya venido hasta su casa sin aviso, pero nos interesa contar su historia. No la historia, -el joven hizo un exagerado énfasis y arrastró las letras- sino su historia -el mismo intento de marcar la sútil pero gran diferencia que encierra su propuesta lo hacen enfatizar, una vez más, cada sílaba-. ¿Me entiende? ¿Entiende lo que le estoy tratando de decir?

-Sí, sí, claro que lo entiendo. Yo entiendo todo, pero no tengo nada para decir, mi historia no tiene nada de interesante para los demás, y yo ya estoy cansado y no tengo ganas de andar contando nada, ni mío ni de mi familia.

- Claro, sé que usted pasó por momentos difíciles, pero siempre quedaron sospechas sobre su persona, su familia… ¿No le gustaría aclarar todo de una vez y vivir realmente en paz?

Sabía que se estaba arriesgando mucho, pero cada vez estaba más cerca de fracasar, lo suyo era un gesto desesperado por llevar a Marito a otro terreno.
- No sé, no sé, porque están mis otros hermanos y yo ya no quiero más líos con ellos ni con nadie. Así que prefiero dejar todo como está y si me disculpa yo voy a ir entrando.
- Mario, espere, hagamos una cosa, no hace falta que se decida ya, en unos días lo llamo y me dice qué le parece, capaz nos podemos juntar más tranquilos en un café y le cuento bien cómo sería todo, para que usted vea que esto es serio, que no queremos hacer un novelón, queremos contar la verdad, su historia, que la gente sepa quién es Mario Gandini. No me diga nada, pienselo, yo lo estoy llamando. Y le pido disculpas nuevamente por venir así.
Rubén le tendió la mano y cuando Mario se la estrechó supo que lo había convencido, que lo tenía en su terreno. Había conseguido la historia de Mario Gandini, de niño fenómeno a hombre misterio, heredero de una fortuna manchada de sangre y traiciones familiares, de secretos y conspiraciones. Ya podía escribir mentalmente los relatos, las voces en off, las preguntas que le haría, por fin iba a poder taparle la boca a su jefe.

1 comentario:

  1. Otra familia mítica de nuestra historia.
    Entre los Álzaga y los Guerrero (incluso alfabéticamente), los Gandini.
    Muy buena,
    a la espera de la 8va!!

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