miércoles, 21 de octubre de 2009

Canción sin nombre


Una canción basta, dijiste.

Te miré a los ojos, pero no pude acertar una respuesta. Estaba llena de nada, era uno de esos días en los que me despojo de todo y quedo como un saco sin nadie que lo vista, una presencia intrascendente que queda al abandono de sí misma, una silueta sin sombra que proyectar, un daño menor frente a la inmensidad del ser. Cuando todas las posibilidades se agotan, entonces yo soy yo, apostada frente a tu mirada glacial. No hay plan cuando lo demás desaparece con un chasquido de dedos, cuando logro suprimir las luces del afuera, entonces sólo queda la incómoda sensación de saber que, ante el inevitable fracaso de la existencia, hay un arte que persigo, si es que hay algo del ser que pueda reconstruirse y volver a manchar en una tela nueva hasta alcanzar cierto virtuosismo. Eso podría explicar algo, pero las respuestas suelen ser menos poéticas, la verdad es tan contundente que la elegancia no puede disfrazarla. Entonces, seguramente los hechos, las circunstancias, y yo, sobre todo yo, soy tan sólo un personaje con un mal libreto que busca sortear el ridículo a base de imperfectas improvisaciones.

¿En qué pensás?, dijiste.

En una canción sin nombre, contesté. 

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