lunes, 8 de abril de 2013

Lotus Flower

Transmutar es alterar el núcleo atómico del ser. Mutar la piel ante la imposibilidad de escapar. Resquebrajarse internamente para que los colores broten. El diablo late desde dentro, los dioses gritan desde fuera, mientras la voz interior permanece en silencio y es la mano alzada la que interpreta y traza. Porque de manera rotunda los nombres y las cosas se presentan como espejismos de algo más. Sólo en la profundidad de la tierra yace atrapada en un marco desbordante la vida, el misterio y una contradicción. Nada es sin su opuesto. Y la reacción en cadena es inevitable cuando se encuentran. Es necesario exponerse nuevamente ante los ojos del otro. La esencia no se trastoca, pero la apariencia cambia. La mirada ajena es la que valida y otorga significado. Como alquimistas que intentan transmutar el alma para convertir el plomo en oro, así, incesantemente buscamos elevarnos a otro plano. Somos materia, polvo y sentimientos arrojados a un mundo que desborda en estímulos que alteran los sentidos. Sacuden y advierten. Síntomas del dolor y el placer ocultos. Bailan. Se ríen de sí mismos y rompen así la atadura. La liberación llega con la aceptación. No podemos escapar de la piel, pero podemos mutar. Como flores de loto emergemos de aguas profundas para la resurrección final.

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